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Existe un lugar en el norte de Alemania que da igual las veces que hayas venido, siempre vas a querer volver.

Y qué mejor forma de conocer esa ciudad, que conociendo primero su historia. La Historia de Lübeck, comienza así…


Adolf II de Schauenburgo fundó la ciudad en 1143 exactamente en el lugar en el que se encuentra. Y además eligió justamente el lugar en el que está por una razón: Lübeck se encuentra en una colina de 2 kilómetros de largo y uno de ancho, protegida entre los ríos Trave y Wakenitz, lo suficientemente alejada del Báltico, para no sufrir inundaciones, y sin embargo unida al mar, lo que permitía contruír un puerto. Es decir, Adolf aprovechó la orografía para fundar una ciudad potente económicamente.

Muy pronto Lübeck se convirtió en centro del comercio entre oeste, norte y este. Pieles, cera, miel y madera procedía de Rusia, sal de Lünenburg, tela y armas de Flandes y bacalao de Noruega.

En 1226, Friedrich II otorgó a Lübeck la libertad Imperial, con lo que la ciudad estaba directamente subordinada al emperador. De este modo, y con derechos y leyes propias, se juntaron varias ciudades comerciales para formar las libres comunidades de intereses de la Hansa, situándose Lübeck a la cabeza de toda aquella red comercial y logrando en 1370 ser la segunda mayor ciudad alemana, después de Colonia.

La ciudad era rica, y así lo hizo demostrar contruyendo los edificios más emblemáticos a mediados del siglo XIII. Estamos hablando de la catedral, de la Iglesia de Santa María, la Iglesia de St. Petri, el hospital del Espíritu Santo y por supuesto, el ayuntamiento.

Continuando en nuestra pequeña y rápida cronología, en 1492 se descubrió América, y la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) provocaron una paralización del comercio europeo del siglo XV al XVII. Debido a sus fortificaciones, a pesar de la caída de la Hansa, Lübeck no decayó, sobreviviendo incluso a la ocupación por los franceses de 1806 a 1813. Todo esto nos demuestra que en su momento, Adolf tomó la mejor decisión en cuanto a la ubicación de la ciudad.

En la segunda mitad del s. XIX, Lübeck se convirtió en un centro industrial dentro de todo ese proceso de industrialización que estaba transformando a Europa desde principios del siglo XIX. Políticamente, Lübeck se convirtio en “Lübeck Roja”. El NS-DAP, partido nacionalista llegó al poder en 1935. Dos años después, Lúbeck perdió su independencia, convirtiéndose en una ciudad como cualquier otra del Reich.

En la Segunda Guerra Mundial, Lübeck fue bombardeada por las fuerzas inglesas la noche del 28 al 29 de marzo. Después de la guerra, en 1945, Lübeck tuvo que acoger a ni más ni menos que 90.000 refugiados situándose además, justo en la frontera  de la Nueva República Federal.

El 9 de noviembre de 1989 se abrió la frontera interior alemana con la caída del muro de Berlín, empezando un nuevo capítulo en la Historia de la Humanidad.

Hoy en día Lübeck es una ciudad en fase de cambio. Las universidades son prestigiosas, la tecnología médica es solicitada en todo el mundo y el turismo va creciendo años trás año, declarándose en 1987 por la UNESCO, todo el casco viejo de Lübeck, Patrimonio de la Humanidad.

Si nos adentramos en la ciudad, es como pasear por una ciudad de ensueño. La ciudad es muy limpia, cuidada y llena de vida. Además, las atracciones turísticas que nos encontramos, arquitectónicamente hablando, son un ejemplo claro de una ciudad que a lo largo del tiempo ha ido demostrando su belleza hasta día de hoy.

La Puerta de Holstein es una de las dos puertas, en estilo gótico báltico, que quedan en pie para entrar a la ciudad. Realmente, es el símbolo de la ciudad. La vemos un poco inclinada, ya que el suelo es pantanoso. Esta puerta se terminó de construir en 1478, como fortificación contra los daneses. Nos encontramos además con dos inscripciones. La primera, en el muro exterior, “Concordia Domi, Foris Pax”, que significa “Concordia dentro, paz fuera”. La segunda, en el muro interior, “1477 S.P.Q.L 1871” muestran el año en el que se construyó la puerta y el año en el que el Senado y el Pueblo de Lübeck la renovaron. Dentro de la Puerta de Holstein nos encontramos con una la exposición de “El poder del comercio”.

La Iglesia de St. Petri destaca dentro de la ciudad por su torre de 108 metros de altura donde, a 50 metros de altura, hay una plataforma mirador a la que se puede subir con un ascensor y admirar el mar de tejas rojo claro que se extiende a nuestros pies. La Iglesia fue destruída en la Segunda Guerra Mundial, quedando sólo los muros exteriores y no fue hasta 1987, gracias a una asociación, cuando la Iglesia se volvió a consagrar.

El ayuntamiento de Lübeck es una joya arquitectónica. Lo conforman un conjunto de edificios impresionantes.

En el sur se encuentran las torres agudas del siglo XIII, llamadas como “los gigantes”. Los dos “ojos de viento” tienen una función de corta vientos, para que no se derrumbe el muro.

En 1570 se construyó la pérgola de arenisca de Gotland, decorada con los blasones de las ciudades hanseáticas (como en Hamburgo por ejemplo) y del Consejo lubecano.

El ala alargada, sobre pilares de granito, es la “Danzelhaus” o casa de la danza, construída entre 1298 y 1308 como nueva sala de fiestas. En las arcadas, los mercaderes y orfebres tenían sus tiendas. Hoy en día, es un lugar perfecto para pararnos a admirar pequeños conciertos que nos regalan varios cantaautores, pequeños grupos de música, duetos o cantantes individuales. En este lado del ayuntamiento nos encontramos además, con la escalera renacentista que tanto destaca en la Breite Strasse (o calle ancha). Esta escalera fue construída por canteros holandeses a finales del siglo XVI. ¡Por cierto! la mejor vista de la escalera está desde la ventana de la segunda planta de la tienda de Mazapán-Niederegger.

Que por cierto…Lübeck es considerada la ciudad del mazapán. Pero… ¿cuál es la historia real? ¿De dónde viene el mazapán?

El mazapán viene del Oriente Medio. Allí había almedros, allí había agua de rosas, y allí se importaba azúcar de la India. El nombre, sin embargo, procede del Mediterráneo: “Matzapanes” se denominaban a las cajitas en las que se suministraban dulces de Oriente a Venecia.

Es por tanto, esta ciudad la que llevó las primeras pruebas de mazapán a Europa. El mazapán se convirtió en el dulce de los reyes, de las Cortes y de todo aquel que se lo pudiera permitir, es decir, muy pocos. Pero a principios del siglo XIX se hizo un descubrimiento asombroso: ¡de la remolacha se puede hacer azúcar! ¡Y adivinad quién tenía remolacha para todos! ¡Sí! ¡Lübeck!

Finalmente, a finales del siglo XIX nacieron las primeras fábricas de mazapán, siendo hoy en día un producto exportado ni más ni menos que a más de 40 países. El resto…se lo comen los turistas cuando van a Lübeck.

PD: ¡que golosos somos los turistas!

Si seguimos calle abajo, a mano izquierda nos encontramos ante la Iglesia de Santa María o del Consejo. Las macizas torres, los puntales de los pilares laterales y de los arbotantes, la inmensa nave central nos recuerdan a las catedrales de Francia. Pero aquí nos encontramos algo especial. Los lubecanos fueron los primeros en contruír estas formas de ladrillo: austero, sencillo y claro, este estilo tuvo éxito y pronto se vio en otras ciudades de la región báltica. La Iglesia en sí se comenzó a contruir en el siglo XII y no se terminó hasta mediados del siglo XV, participando de tres a cuatro generaciones con una esperanza de vida de 30 a 35 años. Debajo de las torres, como curiosidad, nos encontramos dos de las campanas que, el domingo de Ramos  de 1942, cayeron al suelo debido al fuego.

Que por cierto, hablando de las torres: 1,2 millones de ladrillos por torre, con un grosor de 5 metros a 40 metros de altura y de 3 metros a 60.

En la torre norte hay un total de 7 campanas que sólo tocan juntas en Navidad, Pascua, Pentecostés y Año Nuevo. En la torre sur, 36  martillos, movidos por cordeles, golpean 36 campanas pudiendo ejecutarse cada hora hasta 20 diferentes corales.

Si nos movemos hacia la Grossen Burgstrasse (o calle del gran castillo) nos encontramos en el barrio de Magdalena y la Puerta del Castillo. Aquí se encontraba un gran castillo en el siglo XII que protegía a la ciudad de los daneses y que pertenecía a Adolf II. El 12 de julio de 1227, los príncipes alemanes vencieron a los daneses en Bornhöved del norte desempeñando los lubecanos un papel importante. Como agradecimiento, se donó el dinero para la construcción de la Iglesia de la Magdalena dando nombre a este barrio y a toda la zona alrededor del convento del castillo.

Hoy en día, el monasterio es parte del Museo Hanseático desde el 2015. Los visitantes pueden descubrir en un total de 4.000 metros cuadrados, 500 años de historia de una de las organizaciones económicas y comerciales que predominó durante tantos siglos.

Si damos un paseo y callejeamos entre la Konigstrasse (o calle del Rey) y el canal, nos encontraremos con patios ricamente decorados. Los mercaderes no reparaban en gastos y construían estos complejos de viviendas para que pudieran vivir gratuitamente a las viudas de familias respetables.  Algo caro, así por que si, ¿verdad? ¿Y si os dijera que lo hacían para su salvación eterna? A mí me suena más caro todavía.

Llegando a la orilla del río Alto Trave, desde la catedral veremos que bajan una serie de calles, llamadas como “pasadizos”. En estos pasadizos había, e incluso sigue habiendo hoy en día, conjuntos de casas adosadas diminutas. Hacia el siglo XVI, el comercio en Lübeck se expandió considerablemente, acudiendo a la ciudad masas de gente. Todos ellos tuvieron que instalarse lógicamente en algún lugar. El único sitio que quedaba libre dentro de la ciudad  eran los patios detrás de las casas, donde entonces había huertos o cuadras. Aquí construyeron los mercaderes para sus jornaleros largas filas de “casitas”. Ricos y pobres vivían uno al lado del otro. Resulta interesante recorrerse estas callejuelas porque tiene el nombre de  los propietarios, profesiones o de particularidades del siglo.

Finalmente, no muy lejos de Lübeck, a unos 13 km, nos encontramos con Travemünde, la hija de Lübeck. En 1327, Lübeck adquirió del conde de Holstein la zona de la desembocadura del Trave y consiguió, por fin, el control de la salida del mar. Un faro, el más antiguo del Báltico, fue erigido en 1539.

El auge de Travemünde comenzó cuando, a principios del siglo XIX, unos cuantos fanáticos del aire libre pusieron de moda una nueva tendencia: los baños de mar y los balnearios. Hoy en día, Travemünde debe su fama por tener el mayor puerto de ferries de Europa hacia el muelle Escandinavo, zarpando diariamente docenas de ferries hacia Escandinavia, Rusia y países bálticos.

 


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Historia y *qué ver en Lübeck, Ciudad Hanseática – Schleswig-Holstein – LA REINA DE LA HANSA

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